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Un lugar sagrado aborigen

La bella Montaña de Tindaya ha cumplido 18,7 millones de años. Así lo estiman los científicos que han estudiado este hermoso y solitario enclave de Fuerteventura, también conocido como Montaña de Las Brujas.

La Montaña de Tindaya recuerda, tanto en su forma como por sus supuestos poderes mágicos, a una pirámide egipcia. De espíritu solitario, la montaña se alza 400 metros hacia el cielo para observar, desde su altura, los áridos llanos de Esquinzo, tan característicos de la isla de Fuerteventura.

Además de un alto valor arqueológico, la Montaña de Tindaya ha dejado múltiples leyendas en la tradición oral de los majoreros. La Cueva del Bailadero de las Brujas es escenario protagonista de uno de estos mitos. La Cueva de las Brujas empieza su cavidad a los pies de la Montaña de Tindaya.

Se cuenta que en esta cueva se realizaban rituales esotéricos y que era el lugar donde las brujas iban a bailar a la medianoche.

Brujería aparte, lo que sí es cierto es que esta cueva, también conocida como Cueva de la Señora, fue utilizada durante siglos por los antiguos habitantes de la isla para diferentes actividades, pues se han encontrado en sus alrededores una gran variedad de restos óseos y cerámicos.

En los años 70 del siglo XX se descubrieron en la cima de Tindaya hendiduras en la piedra con forma de pies grabadas por antiguos habitantes de la isla, los aborígenes, conocidos como majos. Estas figuras se conocen como podomorfos y es increíble que todavía se conserven estas formas grabadas en la roca desde antes del siglo XV. Sin duda, una suerte mágica.

Exceptuando el cercano pueblo de Esquinzo, donde podrás encontrar restaurantes y tiendas, la Montaña de Tindaya se encuentra envuelta en un halo de misterio y soledad. Pero existe un camino sinuoso que te llevará a conocer los secretos que esconden sus colores.

R: Stela Sabater